viernes, 6 de enero de 2017

Dejar ir no es lo mismo que olvidar

Los sentimientos no tienen fechas ni horarios.
Aparecen, 
cambian, 
se trasforman, 
se fortalecen 
se van. 
Se van para dar paso a otros sentimientos 
pero no tienen fecha exacta de vencimiento.
Sin embargo esta mañana
me di cuenta que te deje ir
que mi amor
el que apareció quien sabe cuándo,
después transformarse 
se fue.
Y así te fuiste vos de mi
te esfumaste,
te esfumé.
Como hago cuando se me viene el humo de cigarrillo a la cara.
Me gusta fumar a veces
pero el humo me hace mal
y lo corro, lo aparto

lo dejo ir para otro lado.
Lo mismo hice con vos.
Pero me di cuenta que dejar ir no es lo mismo que olvidar.
No sé si existe el tan anhelado olvido.
Aparecés alguna noche en un recuerdo tonto y lindo
pero lo que no aparecen son mis ganas de vos
ya no más.
Porque te deje ir, 
porque acepté que no te querías quedar.
Y ¿Sabés qué?
también se me fueron las ganas de fumar. Caro con Insomnio

martes, 3 de enero de 2017

Los violentos matan, los violentos no quieren

La primera vez que me quedé sin aire estaba en Entre Ríos charlando con una amiga y esperando que me llegue el mensaje de mi novio explicándome por qué no supe de su existencia en más de 24 horas.
Tenía miedo de que le haya pasado algo y yo esté de viaje, esté lejos.
El miedo a partir de ese día se hizo mi fiel amigo y compañero. Lo que yo no sabía era que el miedo traiciona, aleja, reprime, te aprieta hasta dejarte sin aire. 
El mensaje llegó y me tranquilicé. Él estaba bien, entonces estaba todo bien.
Al otro día veo en la pantalla de mi celular un mensaje que decía: 
"Tenemos que hablar, pero no por acá"
¿Por dónde entonces? ¡Estaba a cientos de kilómetros de mi casa! No me hagas esto en mis vacaciones, por favor. 
Mi cabeza sacaba miles de conclusiones y mi inseguridad se notaba desde Buenos Aires hasta Entre Ríos. Me estaba empezando a romper y no me daba cuenta. Nadie se daba cuenta.
Le pregunté varias veces si me iba a dejar (necesitaba saberlo) y me contestaba con oraciones sin sentido.
"Cuando llegue nos vemos y hablamos" Escribí y mandé
"No sé si quiero verte" fue la respuesta.
Yo me estaba rompiendo de a poco por otras razones y vino alguien con un taladro a asegurarse de que mi ruptura sea más rápida, pero no menos dolorosa.
Llegué a Buenos Aires y lo vi. El día era gris, lloviznaba y había pocas personas en la calle. Yo me sentí sola en todo el mundo.
Me estoy rompiendo ¿Cómo nadie se da cuenta?
En la charla mi novio me dice que se está aburriendo de mí, que deje de decirle cosas lindas que eso no le gustaba y claro, que nos veamos menos.
(Quizás por eso me costó mucho tiempo volver a demostrar mis sentimientos)
En ningún momento pude contarle sobre mi falta de aire y sobre lo mal que me sentí en Entre Ríos.
Tampoco me lo preguntó.
No sé qué tanto cuesta decir que no querés estar con alguien, te ahorras tiempo y ahorras lastimar con sentimientos inventados.
A mí se me caían las lágrimas solas, se me escapaban. La relación se rompía también. 
-Carolina no seas exagerada ¿Por eso llorás? Dejate de joder
Parece ser que le tenía que pedir permiso para llorar.
Pero eso lo pienso ahora, antes pensaba que tenía razón.
Una madrugada no podía respirar, me temblaba el cuerpo, me transpiraban las manos y sentía la muerte de cerca.
Al rato llegó la ambulancia y todo estaba bien, el oxígeno en sangre era normal.
Dos noches después me pasó lo mismo y la ambulancia volvió a mi casa.
-¿Vos discutiste con alguien?- me preguntó el médico
-No, no.
Mentí.
Y cuantas cosas me hubiese ahorrado si no mentía esa noche, pero una persona que está rompiéndose es la presa preferida del manipulador.
-Tenés un ataque de pánico, hacé terapia
Yo siempre decía que no necesitaba terapia, y mucho menos sabía qué era un ataque de pánico. Hasta ese entonces. 
Desde esa noche los ataques de pánico se repetían más de una vez al día. Es decir, sentía que me moría varias veces.
Mi novio (si se puede llamarle así) se borraba cada vez más. 
No nos veíamos nunca, pero si yo salía me hacía un escándalo enorme y las personas rotas no se dan cuenta cuando poner los límites.
Y yo, ya estaba rota.
Pasaban los días y yo no podía salir de casa, la gente me hacía mal.
En la pantalla de mi celular se veían solo discusiones, nada de acompañamiento, nada de amor. 
Empecé terapia.
Hacía una semana que no salía de casa. La última salida que había tenido era ir a bailar con amigas y mi novio me había dicho de todo por mensaje, la noche no fue de las mejores pero sin embargo me divertí.
Vestida toda de negro, con ojeras y los ojos llorosos entré al consultorio.
Cuando hacés terapia te cae la ficha de muchas cosas, como por ejemplo que estás rota y que la persona que tenés al lado (una forma de decir, porque nunca lo estuvo) no te hace bien.
Lo decidí. 
Lo voy a dejar, es lo primero que voy a dejar para empezar a reponerme.
Él nunca tenía tiempo para verme así que agarré el teléfono, lo llamé y le dije que esto no daba para más.
A los dos días apareció llorando pidiéndome que lo volvamos a intentar.
Accedí.
Las cosas no cambiaron. Y ahí aprendí que nunca, nunca, jamás en la vida tenés que estar con alguien esperando a que cambie. Porque la espera es eterna, porque no cambia, porque eso no es amor. 
Le vuelvo a decir que no quiero estar con él, que no estoy bien y me responde:
-Si vos me dejás me mato Carolina, me mato. 
Y dejó de contestarme el teléfono por varios minutos.
Pensé lo peor. Miedo. Ataque de pánico.
Fueron varios los intentos de dejarlo, fueron muchos meses donde las respuestas eran que si lo dejaba se iba a suicidar.
Estuve atada, amenazada. Los ataques de pánico no paraban. 
Dejé todas mis actividades, estaba presa en una relación horrible.
Mi psicóloga me decía que el suicida no avisa, que se mata y ya.
Mi psicóloga me decía que yo tenía que hacer lo que me hacía bien y no hacerme cargo de la psiquis de nadie.
Una noche una amiga me manda un mensaje diciéndome que él le habló para invitarla a salir.
Mi novio a mi amiga. 
Le hablo y le digo que esta fue la gota que rebalsó el vaso, que no quería saber más nada de él.
Me había puesto firme por primera vez en mucho tiempo, quizás estaba menos rota, quizás mi autoestima estaba volviendo.
"Mirá Carolina estando con vos estuve con tres pibas más jajaja"
Tres pibas más. jajaja.
Colapsé. 
Me metí en el baño y me rasguñé todo el brazo.
Ya no sabía cómo expresar mi dolor, ya no sabía cómo sacarlo de mi cuerpo. No había ataque de pánico que bastara. 
Llamé a mi psicóloga y me rescató una vez más. 
Sufrí mucho, pero ya está, pensé.
Me reponía de a poco y un día publiqué mi número de teléfono en Twitter.
Me llegó un mensaje.
"Sos una inútil Carolina ¿Te pensás que alguien te va hablar a vos?" 
Otra vez aparecía. Aparecía para romperme, para hundirme.
Lo pude dejar por completo e ignorar los mensajes que me fueron llegando al pasar el tiempo.
Mensajes donde me suplicaba que volvamos y me juraba que me amaba.
Dos años después y con ayuda de mi psicóloga me di cuenta de que nada de eso fue amor, de que yo no soy nada de lo que me dijo y sobre todo de que lo que viví fue violencia. 
Cuando sufrís violencia psicológica quizás dudas porque no deja las marcas visibles que dejan los golpes, pero las marcas están. 
Y gracias a la ayuda que tuve ya están, más de tres años después, casi sanadas.
Aprendí cuando me tengo que ir, aprendí que el amor propio es el límite, y sobretodo aprendí que nada de eso tiene que ver con el amor.
El amor, es libertad y yo estaba presa.
Aprendí que puedo ser más fuerte de lo que pensé. 
Y sobre todo me juré a mí misma que nadie, nunca más me iba a sacar las ganas de sentir. 
Me juré también, que al primer signo de violencia me voy a ir, sin mirar atrás. 
Porque los violentos matan, los violentos no quieren. Caro con Insomnio